Ciudad Juárez, 2008-2010



El año 2008 cambió nuestras vidas. Durante sus primeras semanas comenzaron las ejecuciones. Alarmados, queríamos creer que se trataba de hechos aislados, ajustes de cuentas que pronto acabarían y todo volvería a ser como antes. Sin embargo, los asesinatos no paraban y cada vez se tornaban más sádicos y violentos.

Cuerpos amanecían colgando de nuestros puentes cuando nos dirigíamos a trabajar o llevábamos a los niños a la escuela. Los medios de comunicación locales no se daban abasto y a duras penas podían cubrir algunos de los hechos más sangrientos.

Nuestra ciudad se llenó de mensajes, las infames narco mantas. Con vocabulario por demás vulgar y casi analfabeta, las diferentes facciones se atribuían el crédito por los distintos crímenes, aprovechaban para atemorizar a los contrarios y amenazaban a las autoridades. El terror se incrementaba: sabíamos que vendrían muchas más muertes.

Hasta el 27 de marzo inicia la Operación Conjunta Chihuahua (que después sería llamada ‘coordinada’), un proyecto en aunaba a los tres niveles de gobierno en la lucha contra las diferentes organizaciones criminales.

Desde sus tribunas, nuestros envalentonados gobernantes aseguraban que pronto someterían al crimen organizado y demostrarían que “ningún grupo criminal será capaz de resistir la fuerza del Estado mexicano”. Ingenuamente imaginaban que, por arte de magia, la sola presencia de miles de militares sería suficiente para apaciguar la ciudad. Ilusos.

Nuestras calles fueron entonces tomadas por elementos del ejército y de la Policía Federal Preventiva (PFP). El número total de efectivos en nuestra ciudad llegó a componerse por más de 7 500 elementos. En comunicados oficiales, voceros comenzaron a cantar los triunfos del operativo: tantos decomisos de drogas, tantas incautaciones de armas, tantos detenidos. Sin embargo, nuestra realidad era distinta: los homicidios no disminuyeron, al contrario.

La llegada del ejército y de la PFP no amedrentaba a los sicarios. El índice de homicidios se quintuplicó con la llegada de los Federales, de acuerdo a Oscar Acosta, presidente de la Barra de Abogados. También se multiplicaron los abusos y las violaciones a las garantías individuales y los juarenses comenzamos a ser víctimas de secuestros y extorsiones, practicas criminales hasta entonces desconocidas en Ciudad Juárez. Tristemente, nuestros supuestos protectores se encuentran más preocupados por ordeñar a la ciudadanía que por perseguir criminales.

Las leyes parecen ser aplicadas de una forma arbitraria y selectiva. Atónitos fuimos testigos de cómo se dejó caer todo el peso de la ley sobre un individuo que tomó una tortuga en peligro de extinción mientras que criminales detenidos en flagrancia, con fusil en mano, eran liberados “por falta de pruebas”. Confesiones obtenidas mediante tortura, individuos detenidos por crímenes menores y procesados por crímenes mayores.

Todo pone en evidencia la falta de entrenamiento de que adolecen nuestros cuerpos policiales. Con tal de obtener un chivo expiatorio son capaces de destruir familias y vidas; mientras que nuestras autoridades se pavonean al anunciar la detención de ‘otro peligroso asesino.’ Grotesco espectáculo, mofa de un sistema judicial, circo en que el malhechor recibe el beneficio de la duda y es puesto en libertad, mientras que el ciudadano pequeño es procesado con todo el rigor de la ley, por crímenes que no ha cometido. Carpa en que un asesino confeso admite, arrepentido y con lagrimas en los ojos, haber asesinado a una adolescente menor de edad y el sistema decide dejarlo ir, ante la incrédula mirada de todos nosotros.

Bravucones, nuestros gobernantes nos ofrecen cifras que no corresponden en nada con nuestra realidad, se jactan de hacer lo que nadie antes había hecho; fijan plazos y metas que no podrán cumplir, en un intento por tratar de demostrar un carácter y una determinación que no poseen. Simulan. Posteriormente se exculpan a sí mismos y se culpan unos a otros: el gobierno estatal culpa a la federación, y esta al gobierno municipal. Todos y ninguno son culpables. Más preocupados por mantener a sus respectivos partidos políticos en el poder que por detener esta carnicería. Ellos cuentan con guardaespaldas, cuerpos de seguridad y vehículos blindados; ellos viven en fortalezas, nosotros no. Ciertamente nuestras percepciones de la realidad son muy diferentes.

Más de doscientas treinta mil personas han huido de la ciudad (1), más de diez mil negocios cerrados, más de cien mil viviendas abandonadas, más de cinco mil homicidios. Huérfanos y viudas. Familias deshechas, escuelas vacías, comunidades enteras desplazadas. Calles desiertas, poblados fantasmas -como aquellos situados en el Valle de Juárez. Una ciudad mutilada, sumida en el dolor y la desesperanza. Estos son los verdaderos logros en esta guerra contra el narco.

(1).-  De acuerdo a un reporte presentado por el Observatorio de Seguridad y Convivencia Ciudadanas (esfuerzo interinstitucional de la UACJ, el gobierno municipal y la Organización Panamericana de la Salud).