Qué fácil es minimizar el dolor humano. Qué fácil es despojar a un pueblo de su humanidad. Basta con volverlo invisible, con desviar los reflectores, con presentar una versión oficial alternativa.
Nuestros dirigentes poseen el monopolio de los reflectores y presentan como nuestra una versión ficticia, inexistente. Mientras menos personas se enteren de lo que sucede en un lugar, mas fácil es negar y desmentir, mas fácil es maquillar. Con que facilidad nuestros dirigentes pueden decir “las muertes de civiles son las menos”. Con que ligereza pueden pisotear el dolor de familias y manchar el recuerdo de jóvenes que nunca conocieron, apenas basta un simple “eran pandilleros”.
La intención de esta obra es contar la versión de los de ‘a pie’. De ciudadanos comunes y corrientes que luchan y que trabajan. De personas honradas que han visto su vida cambiada por las pugnas de poder entre grupos delictivos y la falta de tino y decisión para hacerles frente por parte de nuestras autoridades.
Se trata simplemente de un testimonio en imágenes. Las imágenes no mienten, hablan por sí solas. La colección de fotografías que se muestran en páginas posteriores se presenta sin notas, sin pies, sin referencias. Silenciosas. Sin orden cronológico o jerárquico, ninguna es más o menos importante que otra. No pretenden ilustrar hechos aislados, ocurridos en tal o cual fecha. Pretenden ilustrar una realidad que persiste, que se repite, que se torna cotidiana.
De un total de 2000 fotografías, cerca de 300 fueron seleccionadas y agrupadas en cuatro secciones: La primera hace referencia a los despiadados actos de violencia que presenciamos día tras día. La segunda, describe una ciudad en estado marcial, coto de miles de efectivos militares y federales. La tercera muestra el impacto que han sufrido nuestras vidas; muestra el dolor, la desolación, la indiferencia. La cuarta sección presenta algunas de las maneras en que nuestro pueblo expresa nuestra inconformidad e impotencia. Basta de palabras, juzga por ti mismo.
Yo nací en Ciudad Juárez. Aquí he vivido durante muchos años. No es una ciudad de malvivientes, es una ciudad de personas hospitalarias, que dejan el aliento cada día en sus lugares de trabajo, que buscan, de manera honrada, un futuro mejor para sus familias. Somos seres humanos, no somos números. Así me gustaría que nos recuerden.
Ciudad Juárez, Chihuahua; Julio 2010.
GC
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